El mejor momento del día ha sido sin duda la ducha calentita que me he dado nada más llegar a casa congelada después del entrenamiento. La verdad que me hubiese quedado horas debajo del agua. Eso sí, mis esfuerzos por salir de la ducha se han visto multiplicados por mil; esos segundos entre ducha y toalla, han sido mortales.
(Cuando sales de la ducha y te mueres de frío en dos segundos)